Gaza enfrenta una catástrofe humanitaria: agua contaminada, epidemias y devastación ambiental
La ONU ha declarado una hambruna formal en Gaza, y organizaciones como Gisha consideran el bloqueo a la ayuda humanitaria como un crimen de guerra.
La situación en Gaza ha alcanzado niveles alarmantes debido a la destrucción sistemática de su infraestructura hídrica y el bloqueo prolongado que impide el acceso a suministros básicos. Organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF) denuncian que la población palestina está siendo privada deliberadamente de agua potable, en lo que califican como una campaña genocida.
Desde hace casi dos años, Israel ha bloqueado la importación de equipos esenciales para la desalinización y el tratamiento del agua, además de bombardear instalaciones clave como plantas y tuberías. Esta estrategia ha reducido drásticamente el acceso de la población a un recurso vital, dejando a miles de familias en condiciones críticas.
El calor extremo ha obligado a la población a consumir agua turbia y peligrosa, recolectada tras largas esperas bajo temperaturas sofocantes. Los habitantes saben que el líquido puede enfermarlos, pero carecen de alternativas seguras para hidratar a sus familias.
Los ataques a plantas de tratamiento han tenido consecuencias devastadoras en la salud pública. En los últimos tres meses, se han registrado 110 casos de parálisis flácida aguda (PFA), una enfermedad paralítica rara y mortal, frente a los apenas uno o dos que se detectaban anualmente. La OMS y expertos locales señalan que este brote se relaciona con la contaminación de agua derivada del colapso del sistema de alcantarillado.
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El panorama es catastrófico: el 84 % del sistema de agua y saneamiento en Gaza ha sido destruido o dañado, incluyendo pozos, plantas de desalinización y redes de alcantarillado. La falta de infraestructura, sumada al vertido de aguas residuales sin control, ha dejado a la población sin acceso a agua potable segura.
A esta crisis se suma el incremento de enfermedades diarreicas y parasitarias, la desnutrición infantil y el riesgo creciente de hambruna, configurando un escenario de emergencia humanitaria que organismos internacionales califican de sin precedentes en la región.
MSF ha exigido el cese inmediato de los ataques contra instalaciones sanitarias y el ingreso de equipos que permitan restablecer el suministro de agua. Mientras tanto, la ONU ha declarado una hambruna formal en Gaza, y organizaciones como Gisha consideran el bloqueo a la ayuda humanitaria como un crimen de guerra.
La población, atrapada entre el colapso ambiental y la violencia, continúa sobreviviendo con recursos mínimos, en espera de una respuesta internacional que detenga una crisis que ya amenaza con desbordar todos los límites humanitarios.