Inundaciones históricas en Nueva York dejan dos muertos
Nueva York enfrenta de nuevo su vulnerabilidad climática, recordando que ni la modernidad ni el desarrollo urbano la protegen del poder de la naturaleza.
Nueva York vivió una jornada caótica el jueves 30 de octubre de 2025, cuando una tormenta de lluvia récord paralizó la ciudad, provocó la muerte de dos personas y dejó severas afectaciones en el transporte aéreo y terrestre.
En cuestión de horas, la ciudad registró precipitaciones que rompieron marcas de más de seis décadas:
- Central Park acumuló 1.85 pulgadas (4.7 cm).
- Aeropuerto LaGuardia, 2.09 pulgadas (5.3 cm).
- Aeropuerto Newark, 1.99 pulgadas (5.05 cm).
El exceso de agua colapsó los drenajes urbanos y provocó inundaciones rápidas que anegaron calles, sótanos y estaciones del metro.
Las víctimas fueron dos hombres: uno de 39 años, que murió en Brooklyn al intentar rescatar a su mascota, y otro de 43 años, encontrado sin vida en el sótano de un edificio en Manhattan.
El caos se extendió a los tres principales aeropuertos del área metropolitana —JFK, LaGuardia y Newark—, donde se registraron cancelaciones y demoras masivas de vuelos debido a la tormenta.
El sistema de metro también resultó afectado, con tramos cerrados por el ingreso de agua y miles de pasajeros varados. Varias avenidas principales quedaron convertidas en ríos, complicando la movilidad urbana.
Meteorólogos señalaron que las lluvias superaron los niveles históricos y reflejan el aumento en la frecuencia e intensidad de los eventos climáticos extremos.
Las autoridades locales reconocieron que el suceso evidencia las fallas estructurales del drenaje y la vulnerabilidad de los sótanos habitados, un problema recurrente en barrios como Brooklyn y Queens.
Especialistas advierten que el cambio climático está exacerbando los patrones de lluvia y que las ciudades deben invertir con urgencia en infraestructura resiliente.
Los servicios de emergencia reforzaron las alertas de inundación rápida, mientras que las agencias de transporte analizarán protocolos de respuesta para futuras tormentas.
Urbanistas y funcionarios municipales evalúan nuevas estrategias de drenaje y contención pluvial, además de campañas para desalentar la ocupación de sótanos en zonas de riesgo.
Nueva York vuelve a enfrentar la realidad de su vulnerabilidad ante el clima extremo.
El episodio deja una lección clara: ni la modernidad ni el desarrollo urbano garantizan inmunidad ante la fuerza de la naturaleza.


