Por qué los niños no deben tomar café
Existen alternativas más saludables como la leche, el cacao natural sin azúcar o las infusiones sin cafeína, que aportan nutrientes y energía sin los riesgos asociados a la cafeína.
El café es una de las bebidas más consumidas en el mundo, apreciada por los adultos por su sabor y su efecto estimulante. Sin embargo, cuando se trata de los niños, el consumo de café no es recomendable.
Aunque muchos padres pueden pensar que una pequeña cantidad no hace daño, lo cierto es que la cafeína puede afectar de forma negativa el desarrollo y la salud infantil.
Uno de los principales motivos por los que no se aconseja el café en la infancia es el contenido de cafeína. Esta sustancia estimula el sistema nervioso central y puede causar nerviosismo, insomnio, taquicardia y ansiedad en los más pequeños.
El organismo de un niño es mucho más sensible a estos efectos, ya que aún está en proceso de crecimiento y no metaboliza la cafeína con la misma eficacia que un adulto.
Además, el café puede interferir con la absorción de nutrientes esenciales, como el calcio y el hierro. Esto es especialmente preocupante en edades tempranas, cuando el cuerpo necesita estos minerales para el desarrollo de huesos fuertes y para prevenir la anemia.
- Si un niño consume café de manera habitual, podría tener un mayor riesgo de sufrir deficiencias nutricionales que afecten su crecimiento y su energía diaria.
El consumo de café también puede alterar los patrones de sueño. Dormir bien es fundamental para el desarrollo físico y cognitivo de los niños, pero la cafeína puede dificultar el descanso y reducir las horas de sueño profundo.
Un niño que duerme poco o mal tiende a presentar falta de concentración, irritabilidad y bajo rendimiento escolar.
Por otra parte, el café suele contener azúcar o crema cuando se ofrece a los niños, lo que aumenta el riesgo de obesidad infantil y problemas dentales.
A esto se suma que acostumbrar a los pequeños a esta bebida puede fomentar una dependencia temprana a la cafeína, lo que se traduce en una menor capacidad para regular su energía de forma natural.


