Paseo de Bucareli: un paseo para recordar la ciudad

Descubre la historia del Paseo de Bucareli, una avenida que guarda siglos de arquitectura, periodismo, modernidad y cultura en la Ciudad de México.

Rodrigo Historias Chidas · Hace 2 horas
Vista histórica y cultural del Paseo de Bucareli en Ciudad de México.

Bucareli no es solo una avenida: es un pasillo de épocas. La abrimos con el virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa, 1778, cuando la capital novohispana se dio el lujo de inventar un “Paseo Nuevo”: arbolado doble, tres glorietas con fuentes (dos atribuidas a Manuel Tolsá), carril central para carruajes y laterales para paseantes. Era urbanismo para “salir a respirar” y, de paso, para decir que la ciudad quería parecerse a las grandes capitales del mundo.

Con el siglo XIX, Bucareli dejó de ser un paseo periférico para volverse columna vertebral: conectó la Alameda, las nuevas colonias (el futuro barrio Juárez) y los Arcos de Belén. La modernidad le cobró encanto, se perdieron glorietas y arboledas, pero le regaló crónicas: desde Madame Calderón de la Barca hasta los viajeros porfirianos le dedicaron líneas; y, más tarde, el periodismo la adoptó como barrio propio.

El símbolo que la gente señala con el dedo está en la esquina de Bucareli y Atenas: el Reloj Chino. Regalo del último imperio Qing (sí, el niño emperador Puyi) con motivo del Centenario de 1910, lo ordenó instalar Porfirio Díaz. La Revolución lo tumbó durante la Decena Trágica y la comunidad chino-mexicana lo rescató en 1921; desde entonces marca horas y cicatrices. No es exagerado: cada restauración del reloj ha sido una declaración de amistad y un recordatorio de que esta avenida siempre dialogó con el mundo.

A inicios del XX, Bucareli se volvió también kilómetro cero del oficio de las noticias. El edificio de Excélsior (proyectado en 1922, levantado en el 17 de Bucareli) fijó el paisaje de linotipo, plomo y cierre de edición; y más de una redacción encontró aquí su domicilio mental: no por nada a la zona se le ha llamado “barrio periodístico”. Bucareli aprendió a contar la ciudad mientras la ciudad pasaba frente a sus ventanales.

El presente la devolvió al mapa cultural. En 2024, Time Out la incluyó entre las calles más interesantes del mundo; no por nostalgia, sino por esa mezcla rara y chilanga de arquitectura ecléctica, fondas, bares, talleres, librerías, restaurantes nuevos y reliquias que resisten. En otras palabras: Bucareli volvió a ser paseo. 

¿Y por qué caminarla en 2025? Porque aquí se entiende, en pocas cuadras, cómo la ciudad mide el tiempo: con relojes y con obras. Se lee el trazo ilustrado de 1778, se reconoce la ambición porfiriana, se escuchan ecos de rotativas, y se prueba la vitalidad de un corredor que sigue sumando proyectos culturales y culinarios sin despegarse de su memoria. Bucareli no es solo una avenida olvidada y caótica: es una clase abierta de urbanismo e identidad.

Cuando pases, mira tres detalles. Uno: el alineamiento largo que todavía sugiere el viejo paseo arbolado (el sueño ilustrado sigue en el trazo). Dos: la caja del Reloj Chino, con sus placas que nombran las veces que se cayó y volvió a levantarse (alianzas que sobreviven a las modas). Tres: las fachadas de prensa de Excélsior a las esquinas donde se vendían hojas sueltas que recuerdan que la ciudad se hace, también, a golpe de titular. Si te animas a quedarte, entenderás por qué Bucareli, una y otra vez, ha sido elegida por la crítica y por los chilangos: porque pocas avenidas cuentan tanto en tan poco espacio.

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