¿De verdad amas tu trabajo… o solo te da dopamina?

Una mirada honesta a la adicción al trabajo (y cómo volver a tu centro).

Ana Martínez Ponce ·  24 DE JULIO DE 2025
Amar tu trabajo no debería costarte la paz. A veces, bajarse de la montaña rusa del rendimiento es el acto más valiente.

Trabajar en lo que te gusta es como subirte a una montaña rusa con tu playlist favorita sonando de fondo. Todo se mueve rápido, se siente emocionante, hay adrenalina en cada curva, y tú —con los brazos arriba— gritas: “¡Esto es lo mío!”.

Pero llega un punto en que ya no sabes si sigues arriba porque lo disfrutas… o porque no sabes cómo bajarte sin sentirte vacío.

💡 ¿Amor al trabajo o adicción disfrazada?
No se trata de dramatizar. No estás mal por disfrutar lo que haces. El problema aparece cuando tu identidad entera se vuelve tu trabajo, cuando todo lo que te valida, lo que te emociona o lo que te da sentido… depende de producir. El amor al trabajo te expande. La adicción al trabajo te consume.

🧪 Dopamina: el azúcar invisible del cerebro
Cada vez que logras algo —entregar una presentación, cerrar un proyecto, recibir un “bien hecho”—, tu cerebro suelta un shot de dopamina. Esa sensación rica de satisfacción. Pero si eso es lo único que te hace sentir vivo… entonces sin darte cuenta te vuelves adicto al subidón. Y aquí es donde la montaña rusa se vuelve peligrosa: ya no puedes bajarte, aunque estés mareado.

Señales de que estás en la montaña rusa sin frenos
Te cuesta estar en paz si no estás haciendo algo productivo.
Revisas correos fuera de horario “solo para ir adelantando”.
No disfrutas tus descansos, los sobrevives.
Tu autoestima sube y baja con tu rendimiento laboral.
Todo lo que cuentas con orgullo… es del trabajo.
Si le atinaste a varias, no eres raro. Solo estás desconectado.
Pero buenas noticias: puedes volver a tu centro.

¿Cómo bajarte de la montaña rusa sin dejar de amar lo que haces?

  • Cambia la adrenalina por conexión

En vez de buscar el siguiente logro como si fuera una medalla, busca momentos que te conecten contigo: una caminata sin celular, una comida sin prisa, una plática sin multitasking.

  • Redescubre qué más te gusta hacer (además de trabajar)

Haz una lista de cosas que disfrutabas antes de estar tan metido en el trabajo. Dibuja, baila, cocina, juega, canta. Y no para “ser mejor”, sino solo porque sí. Porque eso también eres tú.

  • Ponle límites al trabajo como pondrías en una relación

Si el trabajo fuera una persona… ¿te trata bien? ¿Respeta tu tiempo? ¿Te deja respirar? Aprende a decir que no. Apaga notificaciones. Haz espacio para ti. Establecer límites no es traicionar tu carrera; es protegerla.

  • Agradece tus logros, pero no te cases con ellos

Está bien sentir orgullo, pero no dejes que tu valor como persona dependa de cuánto haces. Reconoce tu esfuerzo, sí, pero recuerda que no necesitas demostrar nada para merecer descanso, amor y paz.

  • Pide ayuda, aunque no estés “en crisis”

Ir con un terapeuta no es solo para los momentos duros. A veces es solo para reconectar con lo que importa. Para recordar que tu bienestar también es una meta.

Al final del día… trabajar en lo que amas debería darte vida, no quitártela. Y sí, está bien querer crecer, lograr cosas, dejar huella… pero no puedes ser tu mejor versión si no te das permiso de ser tú, sin títulos, sin tareas, sin pendientes.

Así que hoy pregúntate con honestidad:

¿Amo mi trabajo… o solo estoy persiguiendo la próxima dosis de validación?
Tú no eres tu productividad. Eres mucho más. Y mereces sentirte pleno —también cuando no estás trabajando.

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