¿De verdad quieres ser jefe? Spoiler: es como tener un hijo… pero sin pañales, y con juntas de seguimiento
Convertirse en jefe parece un logro glamoroso, pero implica más emociones, dudas y cansancio de lo que muchos imaginan. Ser líder no es lo que crees.
💭 Introducción:
Convertirte en jefe es un poco como tener un bebé. Todo el mundo te felicita, tú te sientes importante, compras libretitas nuevas, te llenas de ideas y de frases motivacionales tipo “liderazgo consciente”… Y luego llega la realidad. Las desveladas emocionales. Las dudas constantes de si lo estás haciendo bien. Las ganas de llorar en silencio en el coche mientras repites: “yo pedí esto, ¿verdad?”
Ser jefe suena bonito. Puesto en LinkedIn, corbata figurada, oficina más grande (si eres de los que aún van a oficina) y la sensación de que ya “la armaste”. Pero déjame decirte algo que no sale en los folletos de promoción interna: ser jefe es muchas cosas… menos lo que te imaginas.
Y no lo digo por amargura, ni para desmotivar a nadie. Lo digo porque ya estuve ahí —y sigo aquí— y nadie me avisó que ser líder era, muchas veces, como estar en medio de una guerra de almohadas emocionales: todo es suave, pero igual duele.
💼 Lo que la gente piensa que es ser jefe:
Dar órdenes. Tener control. Salir temprano. Cobrar mas (y si… eso a veces si pasa). Que la gente te escuche y te respete como en un TED Talk.
😅 Lo que realmente es ser jefe:
Dar malas noticias con buena cara. Apagar fuegos emocionales cada 15 minutos. Fingir serenidad cuando por dentro estás diciendo: “¿¡qué está pasando!?”. Recibir feedback pasivo-agresivo en forma de silencios. Tomar decisiones donde nunca todos van a estar contentos (y que igual tienes que tomar).
Y lo peor: te sientes mal cuando tu equipo está mal, y culpa cuando no puedes hacer nada más. Nadie te advierte sobre la carga emocional de liderar.
Sí, te conviertes en la persona que escucha, apoya, da la cara por otros y se traga muchos sapos por el bien del equipo. Y eso agota. Mentalmente. Emocionalmente. Humanamente. A veces, los líderes también se quieren esconder en el baño cinco minutos. A veces, también quieren que alguien les diga “lo estás haciendo bien”.
Pero ser jefe te mete en un lugar donde ya no puedes ventilarte como antes, y eso también duele. 🙌 Entonces… ¿vale la pena? Sí. Pero solo si lo haces desde la conciencia, no desde el ego.
Si quieres ser jefe solo por el título, el sueldo o el estatus… tarde o temprano te vas a topar con pared.
Pero si estás dispuesto a liderar de verdad —con empatía, humanidad, y la humildad de saber que tú también te equivocas— entonces sí, bienvenido. No es fácil, pero sí puede ser profundamente satisfactorio.
Así que la próxima vez que digas “yo quiero ser jefe”, asegúrate de saber qué estás pidiendo.
Porque sí, ser jefe puede darte muchas cosas. Pero también te va a pedir otras tantas: paciencia, aguante, empatía, dejar parte de tu vida aun lado y café. Mucho café.
¿Listo para eso?
Nos leemos pronto,
—Una jefa que ya no idealiza el poder, pero sí valora el privilegio de acompañar.