México-Tenochtitlan: 700 años después
En 2025, México conmemora 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan, una ciudad nacida del mito, que se convirtió en imperio y que hoy sigue viva bajo nuestros pies.
Hay fechas que no caben en el calendario. Este 2025, por ejemplo, conmemora algo que no cabe en una sola línea de efeméride: 700 años desde la fundación de México-Tenochtitlan, la ciudad sobre la que se levanta, se hunde y se reinventa esta Ciudad de México que pisamos todos los días, sin saber muy bien qué hay bajo nuestros pies.
Según las fuentes más aceptadas, fue en 1325 cuando los Mexicas, antes Aztecas, fundaron su ciudad en medio del lago de Texcoco, en un islote que parecía imposible y que terminó siendo imperio.
Del mito al islote: una caminata de siglos
Los Mexicas no eran originarios del Valle de México. Salieron, según su propia tradición, de Aztlán, un lugar mítico ubicado “al norte” (algunos lo sitúan en Nayarit, otros en Sonora, otros incluso en lo que hoy es Estados Unidos). De ahí iniciaron un peregrinaje de más de un siglo, guiados por su dios Huitzilopochtli, buscando un lugar donde verían un águila sobre un nopal devorando una serpiente.
No fueron bien recibidos. Los Culhuas, los Xochimilcas, los Chalcas y otros señoríos del Altépetl central los vieron cómo bárbaros sin linaje. Los expulsaron, los relegaron. Vivieron en pantanos, trabajaron como mercenarios, pero no olvidaron su destino.
Cuando finalmente vieron la señal en medio del lago, en ese islote donde nadie más quiso asentarse, los mexicas decidieron fundar su ciudad. Le llamaron Tenochtitlan, en honor a su líder Tenoch. Esa ciudad, levantada con chinampas, calzadas, templos y canaletas, en solo dos siglos se convirtió en el poder político y religioso más importante de Mesoamérica.
Capital del mundo mesoamericano
Al llegar los españoles en 1519, Hernán Cortés escribió con asombro sobre Tenochtitlan: canales como los de Venecia, mercados más grandes que cualquier plaza europea, templos que ardían con copal, barrios organizados por oficios, códices que funcionaban como registros fiscales y diplomáticos.
En su momento de auge, Tenochtitlan tuvo entre 200,000 y 300,000 habitantes, lo que la convertía en una de las ciudades más grandes del mundo del siglo XVI. Su riqueza, su poderío militar y su organización social la hicieron objeto de admiración… y de codicia. Ya sabemos lo que vino después: alianzas, traiciones, epidemias, pólvora, ruina y destrucción.
La ciudad fue sitiada, destruida y sobre sus ruinas se construyó otra: la Ciudad de México, la capital del Virreinato. Con las piedras del Templo Mayor se levantaron conventos, los nombres nahuas se castellanizaron, y bajo los cimientos coloniales quedó sepultada la memoria del imperio mexica.
¿Qué nos queda?
Hoy, 700 años después, seguimos caminando sobre Tenochtitlan, a veces sin saberlo. El Templo Mayor emerge apenas a unos metros de la catedral. La calle Tacuba sigue la ruta de una calzada prehispánica. El nombre de barrios como Moyotla, Atlacuihuayan, Tlalpan, Mixcoac o Iztacalco nos hablan de un pasado que se niega a ser borrado.
La memoria también se camina.
Recordar tenochtitlan no es un acto de arqueología. Es un acto político y cultural. Significa reconocer que esta ciudad tiene una raíz profunda, lacustre, indígena, poderosa. Que el progreso no empieza en las colonias de “moda”, sino con un islote donde unos peregrinos decidieron construir contra todo pronóstico.
Significa también exigir que el patrimonio no sea sólo postal o souvenir. Que se protejan los vestigios, que se enseñe la historia, que se celebre la identidad, sin folclorismos ni vergüenza.
Porque si esta ciudad tiene algo que enseñarnos 700 años después, es que de lo improbable nace lo poderoso, y que los pueblos que no se dan por vencidos siempre terminan encontrando un lugar donde fundar su destino.
Y ya por último, si quieres conocer el lugar exacto en donde según la tradición, el águila se posó sobre un nopal devorando una serpiente, tienes que visitar la plaza Juan José Baz conocida también como “La Aguilita” en el Barrio de la Merced.
Rodrigo Historias Chidas
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