¿Quién fue el Presidente Masaryk y por qué tan caro?
¿Quién fue Masaryk y por qué la avenida más cara de CDMX lleva su nombre? Una mirada a su legado democrático en contraste con el lujo y la exclusión urbana.
Polanco es hoy la joya inmobiliaria de la Ciudad de México. Según Coldwell Banker, el costo por metro cuadrado en ventas supera los 101,000 pesos, y la renta promedio ronda entre los 50,000 a 100,000 pesos mensuales. Allí, en medio del glamour, corre la famosa Avenida Presidente Masaryk, una arteria comercial comparada con la Quinta Avenida de Nueva York. Todos la reconocemos, o al menos la hemos escuchado, pero pocos saben quién fue Masaryk, cuál fue su impacto, su relevancia y, lo más importante: ¿por qué una avenida lleva su nombre?
Pero antes, algo de contexto histórico.
A inicios de los años veinte del siglo pasado, lo que fue la Hacienda de los Morales — un terreno con ranchos y moreras (de ahí su nombre, no por algún apellido) — por donde corría el antiguo Río Polanco, comenzó a subdividirse gracias a la desarrolladora De la Lama y Basurto, la misma que también dio forma a colonias como la Condesa y Lomas de Chapultepec. En este caso, decidieron nombrar las calles en honor a grandes filósofos, escritores y pensadores. Fue así como una clase media-alta posrevolucionaria, compuesta en su mayoría por migrantes que buscaban salir del centro caótico de la ciudad, comenzó a habitar lo que hoy conocemos como Polanco.
¿Y en qué momento entra el Presidente Masaryk?
En 1936, el presidente Lázaro Cárdenas bautizó esa vialidad con el nombre de Avenida Presidente Masaryk, en tributo a Tomáš Garrigue Masaryk, primer presidente de Checoslovaquia. Masaryk fue el gran artífice de la unión entre la República Checa y Eslovaquia, y, en una bonita coincidencia histórica, era hijo de madre checa y padre eslovaco. Su figura se convirtió en un símbolo internacional de democracia, libertad de prensa y derechos humanos.
En el año 2000, la ciudad de Praga obsequió a México una estatua idéntica a la ubicada en su castillo, que fue instalada en la glorieta principal de la avenida como símbolo de amistad cultural y reconocimiento a los valores que inspiran su nombre.
De prócer a calle de lujo
Masaryk no es solo historia: hoy es sinónimo de lujo absoluto. Su infraestructura fue renovada entre 2013 y 2015 con banquetas más amplias, nuevo mobiliario urbano y cableado subterráneo. Actualmente, es considerada la calle más cara de América Latina para establecer un local comercial. El metro cuadrado llega a costar hasta 1,074 pesos, lo que representa rentas de aproximadamente 430,000 pesos mensuales por local promedio.
El contraste del «nuevo Polanco»
Ahora bien, basta cruzar un par de avenidas para encontrarse con colonias “en ascenso” como Irrigación o Nueva Granada, antiguas zonas industriales o de vivienda popular que hoy se promocionan como el “Nuevo Polanco”. Ahí florecen desarrollos verticales, coworkings, gimnasios boutique y cafeterías de autor. Mientras tanto, el Polanco original ya no es para la mayoría, pero el mercado siempre encuentra nuevos “Polancos” que ofrecer… y gentrificar.
Polanco también se camina, también se piensa
Recordar a Tomáš Garrigue Masaryk no es un simple ejercicio de nomenclatura urbana: es una oportunidad para traer al presente los valores que representó; democracia, pluralidad, respeto al otro, justo en una de las avenidas más exclusivas, aspiracionales y contradictorias de la ciudad. Su nombre, más que representar estatus, debería invitarnos a cuestionar qué tan democráticos y accesibles son hoy los espacios que honran el legado de quienes lucharon por la libertad.
Porque sí, Polanco es un motor económico y turístico, un escaparate moderno con restaurantes, tiendas de lujo, hoteles boutique y embajadas que dan empleo, proyectan una imagen internacional y atraen inversión. pero también es un barrio que, en su afán de mostrarse “premium”, ha caído en prácticas sutiles, y no tanto, de exclusión hacia lo local: capitalinos tratados como intrusos por trabajar o transitar por ahí, vecinos antiguos desplazados por desarrollos sin freno, comerciantes tradicionales ahogados por rentas imposibles, y visitantes que sienten que hay que vestir de cierta forma o hablar cierto idioma para pertenecer.
Por eso hay que recordar que Polanco es también parte del espacio público de esta ciudad: sus calles, sus camellones, sus banquetas, sus parques como el Parque Lincoln, con sus espejos de agua, esculturas y bancas, siguen siendo un remanso para quien se anime a detenerse y mirar. Los camellones de Polanco invitan a caminar, observar, respirar. y sí, también a resistir.
Resistir no siempre implica pelear, a veces basta con visitar, estar y disfrutar. Tomarse un café en una banca, sentarse frente a una fuente, caminar en grupo. Polanco no debe ser solo postal o vitrina: debe seguir siendo barrio, historia y ciudad compartida.
Porque más allá de sus precios y fachadas, Polanco también fue y puede seguir siendo un lugar donde se dialoga, se piensa y se convive. Como habría querido Masaryk.
Rodrigo Historias Chidas
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