Tu jefe no es tu amigo, ni tu enemigo… ¡ni tu papá!

Tu jefe no es tu amigo, ni tu enemigo, ni tu papá. Aprende a poner límites, a recibir retroalimentación y a construir una relación profesional sana.

Ana Martínez Ponce · Hace 12 horas
La relación jefe-empleado no debe confundirse con vínculos familiares o de amistad: claridad y límites son clave para una convivencia laboral sana.

Pero a veces se le sale lo papá regañón o la mamá aprensiva, ¿sí o no?. ¿Te ha pasado que tu jefe te habla como si fueras su hijo rebelde?, ¿por qué llegaste tarde?, ¿otra vez te equivocaste en el Excel?, ¿ya hablaste con el cliente?. Y tú ahí, con cara de “yaaaa, jefe, ¡estoy en eso!”.

Sí, a veces los jefes parecen papás. Y tú, sin querer, te conviertes en el puberto que solo quiere que lo dejen en paz. Pero aguas: no es tu papá… ni tu compa… ni tu archienemigo. Es tu jefe. Y entender esa relación te puede ahorrar muchos dolores de cabeza (y uno que otro “¿puedo hablar contigo tantito?” que da más miedo que susto de película).

 1. No es amor, es trabajo

Muchos se confunden: si el jefe es buena onda, lo tratan como amigo; si es serio, lo ven como enemigo. Ninguno de los dos extremos es sano. Esto es una relación profesional, no un episodio de “Vecinos”. ¿La clave? Respeto, claridad, y cero dramas. No necesitas caerle increíble. Necesitas ser confiable.

2. ¿Te dio miedo cuando te dijo “tenemos que hablar”? Exacto, como en casa

Todos hemos vivido ese momento en el que el jefe se pone serio y nos llama por nuestro nombre completo (o casi):

— “Carlos… ¿puedes venir un momento?”

Y uno empieza a repasar toda la semana: ¿fui grosero?, ¿mandé mal el archivo?, ¿le dije jefa o señora?. Tranqui. Aprender a recibir retroalimentación sin entrar en modo “niño regañado” es parte de madurar en el trabajo. No es personal, es profesional.

3. Poner límites sin parecer grosero es un superpoder

Tu jefe no tiene por qué saber que anoche no dormiste, que tu ex te dejó o que tienes gastritis por estrés. Está bien poner una barrera sana. Ni te conviertas en su confidente, ni le permitas que te escriba a las 11 pm con un “¿tienes un minuto?”. Tú decides si tu trabajo se mete a tu vida… o si lo pones en su lugar.

4. No lo sabe todo… pero tampoco está ahí para que lo desafíes en vivo

Como tu papá cuando intentaba arreglar el Wi-Fi golpeando el módem: los jefes también tienen su lado improvisado. No los idealices, pero tampoco te dediques a corregirlos en cada junta. Hay formas, hay momentos, y hay diplomacia. La clave: habla cuando sea necesario, pero con respeto y soluciones, no con sarcasmo.

5. Si te incomoda, probablemente estás creciendo

Sí: a veces te pone nervioso, te exige, te saca de tu zona de confort. No es bullying, es parte del proceso. Un buen jefe no te aplaude todo. Te reta. Te empuja, te corrige, te da más de lo que crees poder manejar… porque sabe que puedes con eso (aunque tú todavía no lo sepas). Y si no es así, si solo te explota o te ignora… bueno, ahí sí huye, bebé, huye.

Conclusión: no busques una figura paterna en la oficina

Tu jefe no es tu papá ni tu villano favorito. Es alguien con poder sobre tu trabajo, sí, pero no sobre tu autoestima. Tú eliges cómo relacionarte: con madurez, sin miedo, sin adulación. Si se lleva bien, qué bueno. Si no, que al menos se lleve con respeto.

Y recuerda: así como tú tienes un jefe, él también tiene uno. Y seguro también le da miedo cuando le dicen “necesitamos hablar…”

Te puede interesar:


QUIZÁS PODRÍA INTERESARTE