Becas escolares: ¿apoyo educativo o alivio económico?
Aunque diseñadas para impulsar la educación, muchas familias mexicanas usan las becas escolares para cubrir necesidades básicas como alimentación.
Las becas Benito Juárez, creadas para fortalecer el acceso a la educación básica en México, enfrentan un dilema estructural: su impacto real se diluye cuando las familias las destinan a cubrir gastos esenciales como comida, transporte o servicios básicos. En comunidades con alta marginación, el recurso se convierte más en un salvavidas económico que en un incentivo académico.
Este fenómeno revela una desconexión entre el diseño del programa y las condiciones socioeconómicas de los beneficiarios. En zonas rurales o urbanas con pobreza extrema, los estudiantes enfrentan barreras como falta de transporte, necesidad de trabajar desde temprana edad o escuelas sin infraestructura adecuada. En ese contexto, el dinero de la beca no alcanza para útiles escolares ni garantiza permanencia en el aula.
Además, la dispersión del apoyo presenta retos logísticos: cajeros inaccesibles, falta de conectividad digital y trámites complejos dificultan el cobro oportuno. A esto se suma que muchas familias con varios hijos solo reciben una beca, lo que limita su efectividad como herramienta educativa.
Aunque el programa ha logrado reducir ligeramente el abandono escolar en ciertos municipios, su alcance es desigual. En localidades con menor marginación, los efectos son más visibles, mientras que en zonas vulnerables, el beneficio se diluye entre múltiples necesidades urgentes.
Expertos en política social recomiendan complementar las becas con transporte gratuito, tutorías y apoyo alimentario escolar, para que el recurso cumpla su propósito original: mejorar el acceso y la calidad educativa.
En resumen, las becas Benito Juárez son necesarias, pero no suficientes. Para que realmente transformen la educación, deben ir acompañadas de políticas integrales que atiendan el entorno social del estudiante.
